lunes, 30 de junio de 2014

ARIA DE JOHN CAGE O “NO SEAS CULÓN, INVÉNTATE LAS TUYAS (NOTACIONES MUSICALES)” En 4 Movimientos





I. Allegro
(Introducción)


Originalmente mi primera entrada para este blog hablaría sobre el indeterminismo en la música de John Cage y en específico en su Aria para voz, sin embargo, hay un tema que me hace mucho más ruido en estos momentos y aprovechando el nombre del blog, quisiera hacer un Ruidero al respecto, y justificando este abrupto cambio de enfoque más en el modelo del rizoma de Deleuze que en mis aparentes problemas con la autoridad (dicen que los tengo, pero yo no les doy crédito), me tomé la libertad de escribir un poco en este espacio sobre la notación musical, un tema muy delicado (para algunos) y que a muchos compositores de mi generación “les llena los bombones de mermelada”, pues se tiene la estúpida creencia de que como compositores de música de concierto, tenemos cargando sobre nuestros hombros el peso de más de medio milenio de tradición musical. Y ustedes se preguntarán ¿Qué demonios tiene qué ver el Aria de John Cage con todo esto? Pues es muy sencillo, la partitura de esta obra tiene una notación para nada convencional, que podríamos clasificar dentro de la llamada notación gráfica, una práctica que se puso muy de moda  durante la segunda década del siglo XX y que hoy en día sigue siendo muy condenada por muchos de los que forman parte de la tan afamada “academia de la música culta occidental”. Pero ¿A qué se debe esta descalificación? Y ¿Qué valor tienen realmente este tipo de obras y por qué? Bueno, pues para responder esto (o más bien, con la intención de que ustedes mismos se lo respondan) primero daré un brevísimo repaso sobre la historia de la notación musical; seguido de eso me daré a la tarea de evidenciar también brevemente las repercusiones que desde mi parcial, limitado y probablemente viciado punto de vista,  han resultado de tener a la partitura como objeto de veneración dentro de la institución de la música “culta” occidental; y finalmente abordaré de manera muy sucinta la partitura del Aria, de manera que se pueda establecer una comparación entre ésta y las primeras formas de notación musical.



II. Andante
(brevísima historia de la notación musical)


Y bueno, todo comenzó hace ya un buen rato, se dice que era el siglo IX cuando lo que podríamos denominar el primer sistema de notación musical era ya de uso común a lo largo de Europa, les hablo del sistema de notación neumática, creado ex profeso para el canto gregoriano, un repertorio de música litúrgica monofónico y exclusivamente vocal cuya función era, por decirlo de alguna manera, “adornar” la misa, aumentar la carga emotiva del rito litúrgico apoyándose en una retórica multi-sensorial con la finalidad de sustentar la institución y el rito religiosos. Sin embargo este repertorio se venía ya practicando desde hace siglos ¿y de dónde diablos surgió este sistema de notación o por qué? ¿A caso un día llegó Dios a Europa y se les presentó en forma de arbusto en llamas al séquito de sacerdotes dedicados a su culto y les dio este sistema de escritura? Suena inverosímil, no deja de ser una posibilidad, y puede que por esto se tiene hoy en día a la partitura en un pedestal, sin embargo, en lo personal dudo que haya sucedido de esta manera.
 Lo que aparentemente sucedió, es que el creciente “repertorio” de cantos gregorianos era cada vez más difícil de memorizar para los cantores, hay que tomar en cuenta que los primeros manuscritos sólo contenían el texto[1] lo cuál significa que los cantos se aprendían (como se expresa vernáculamente) “de ollita”[2], pero fueron recurriendo poco a poco a un recurso mnemotécnico que les facilitaba esta tarea, comenzaron a escribir pequeños signos arriba del texto que les indicaba cuándo la melodía subía o bajaba, sin embargo, al no denominar con exactitud las alturas del canto, este recurso era completamente inútil para quién no conocía de antemano “el repertorio”. Y fue así como surgió la escritura musical, como mero recurso mnemotécnico, producto de una necesidad, y no lo sé, pero estoy convencido de que las personas ocupadas en esto no estaban pensando en el posible valor que posteriormente podrían adquirir las herramientas de su oficio fuera de la institución religiosa, ni mucho menos el fenómeno que se originaría a raíz de este uso, sin embargo, pareciera fortuito.
En fin, la escritura siguió transformándose de acuerdo a las necesidades de los músicos de cada tiempo, así poco a poco la escritura neumática se tornó en la cuadrada, utilizada también para el canto gregoriano, pero que era utilizada con una finalidad distinta, ya no sólo como herramienta de memorización sino como recurso didáctico, por decirlo de alguna manera, para poder formar cantores en poco tiempo y que fueran capaces de entonar un canto que no conocieran previamente; posterior a esto, con el advenimiento de la polifonía se comenzó a utilizar una escritura rítmica modal que más tarde tendría que cambiarse por la escritura mensural, debido a la complejidad que los tejidos polifónicos fueron adquiriendo, y fue de esa escritura mensural de la que podemos decir que se derivó la notación que hoy en día nos enseñan a descifrar en las clases de solfeo, y que corresponde a un repertorio creado entre el siglo XVII y XIX, pero que también fue usado durante el siglo XX y que hoy en día continúa vigente, tanto en la llamada música “culta”, como en otras expresiones musicales propias del siglo XX y XXI, como el jazz por ejemplo, que a pesar de utilizar casi los mismos signos de notación, se interpretan de una manera completamente distinta. Sin embargo, con la llegada del siglo XX, llegaron también muchos cambios, sociales, políticos, ideológicos; en fin, el siglo XX fue un siglo de rupturas, de construcción y deconstrucción de sistemas; las guerras mundiales, el desarrollo de las técnicas industriales, entre otras cosas, cambiaron la vida de las personas, cambiaron su manera de observar al mundo y su manera de pensar, los paradigmas del modernismo fueron ganando terreno y todo esto repercutió sobre la manera en la que se hacía música, uno a uno, los pilares que sostenían el discurso musical del siglo XIX fueron cayendo, el sistema tonal, el ritmo y pulso regulares y las formas tradicionales dejaron de hacerse presentes, inclusive los instrumentos y la manera en la que eran ejecutados cambiaron, todo esto aunado a la inclusión de las tecnologías en la creación musical trajeron como consecuencia un cambio también en la notación musical hasta entonces empleada, nuevamente el cambio fue producto de una necesidad, pero a pesar de los cambios, la mirada progresista-lineal-evolucionista de los compositores modernos, hizo que no se des afanaran del todo del sistema de notación utilizado anteriormente, pues el desentendimiento de la escritura precedente implicaba para ellos la ruptura de esta línea evolucionista de la que provenían y a la que tenían que perpetuar, esto en conjunto con deseo de control absoluto de todos los parámetros musicales (hay que recordar que otro de los paradigmas del modernismo es el control del hombre sobre la naturaleza) dio como resultado partituras tan complejas y controladas que sólo unos cuántos “iniciados” podían comprender y ejecutar, y que paradójicamente sólo pueden ser interpretadas por aproximación. Pero no pasó más de medio siglo antes de que una nueva corriente de pensamiento se opusiera (en cierta medida) al modernismo, estoy hablando del posmodernismo, que permitió de nuevamente al ser social relacionarse con el discurso musical y estético, además de trascender el pensamiento positivista-progresista del modernismo. De ésta nueva actitud hacía la música y el sonido surgieron nuevas realidades sonoras, así como nuevas formas de notación, entre otras la conocida como escritura gráfica y las partituras textuales, debido a la creciente necesidad de los compositores de incluir elementos indeterministas (en oposición al determinismo modernista), así como la disolución de la figura del compositor como creador todo-poderoso y la del intérprete como simple reproductor de notas. Hoy en día, aún se discute dentro de la academia musical la validez de este tipo de sistemas de notación, pero pese a los detractores, podemos encontrar hoy en día mucha banda que defiende tanto esta manera de escribir música como la forma de hacerla que resulta de este tipo de expresiones musicales  vistas con desdén como “posmodernas”.
Ahora, ya que está un poco aclarado el panorama general sobre la notación musical, podemos empezar a ahondar sobre la problemática resultante de la convergencia de 2 visiones distintas de ver las partituras en el siglo XXI, es decir, por un lado la visión modernista que ensalza ambos, la partitura y la figura del compositor y los coloca sobre los instrumentistas considerados simples reproductores; y por otro, la visión posmoderna que busca la inclusión tanto del ejecutante como del ser social en el proceso creativo, apelando a una escucha activa y a una forma de trabajo que a mi parecer se asemeja mucho a las prácticas anteriores al romanticismo.

attaca


[1] Sí, señores, sólo el texto, no el texto y la melodía, no el texto y la armonía como en su canta-fácil favorito ¡no! sólo el  bendito texto.
[2] Expresión peyorativa usada en la jerga musical para referirse a la acción de aprenderse o tocar una canción de oído, es decir sólo con escucharla, caso muy frecuente en las personas que no saben leer ni escribir notación musical.

lunes, 9 de junio de 2014

Los compositores hablan: Mario Mendoza, Stultifera Navis




“A menudo, las ciudades de Europa debieron ver llegar estas naves de locos”[1]

“Stultifera Navis” es una pieza para soprano sola dedicada a Silvia Camacho quien, con una magnífica interpretación, la estrenó el 12 de mayo del año en curso en su concierto “La voz en la siglos XX y XXI” en el Conservatorio Nacional de Música.

Esta pieza toma como punto de partida la obra pictórica: “la nave de los locos” de Hieronymus Bosch, mejor conocido como “el Bosco”, donde se nos muestra un pequeño navío con pasajeros pertenecientes a diferentes rubros sociales, y que a simple vista podemos dilucidar que no son parte de aquello de lo que la sociedad humana se enorgullezca. La soprano en este caso representa esta nave, el vehículo que lleva en si todas estas facetas humanas que emergen una a una en el transcurso del tiempo, y que pareciera que el único acto que las mantiene en unidad es el simple hecho de que todas ellas son parte del mismo viaje.

Como proceso compositivo, delimité ciertas facetas humanas con diferentes características musicales para que la soprano no interpretara un solo personaje sino más bien varios personajes que articularan entre ellos el discurso musical. Por lo tanto tenemos por ejemplo, el personaje que está delimitado por el empleo del canto gregoriano con el uso de vocales, timbre nasal y ritmo holgado, en contraposición con el que está delimitado por el uso de gritos, silabas explosivas y ritmo muy marcado; por mencionar algunos. A estos personajes los remarca aún más el timbre de las percusiones corpóreas, que no solo están usadas como un elemento musical, sino también por su estrecho vínculo con un estado emocional y la teatralidad que inevitablemente esto conlleva. Para llevar el discurso de esta obra no existe un texto, por lo tanto no existen personajes que sean parte de una narrativa textual, sino más bien personajes construidos a través de sonidos peculiares, que a su vez los establecen dentro de un enmarcado perfil, que he denominado “personaje sonoro”. La pieza es cíclica, pues termina con los elementos musicales con los que comenzó, por lo tanto, al escucha se le invita a pensar que esta nave-soprano se encuentra en medio de un eterno naufragio, de un viaje que comenzó, pero que ninguno de sus pasajeros se planteó cuál sería su destino.
Mario Mendoza
Mexico, D.F.
Junio 2014




[1] Foucault, Michel, Historia de la locura.