martes, 20 de mayo de 2014

Reseña de concierto: La voz en los siglos XX y XXI




El reloj marcaba casi las 7:00 pm del lunes 13 de mayo, era una noche lluviosa en la Ciudad de México, el cielo nublado  oscurecía la gran sala del Conservatorio Nacional de Música ubicado en el norponiente de la ciudad; la atmosfera era perfecta para el atrevido concierto: La voz en los siglos XX y XXI. En este concierto Silvia L. Camacho, combinando el arte escénico y el sonoro, dejaría a más de un espectador con la boca abierta.

Cuando asisto a un concierto de música clásica, me gusta –ocasionalmente- cerrar los ojos para centrarme sólo en la música. Hacer esto me fue imposible en el concierto presentado por Silvia, en el que el equilibrio y la fuerza generada por la fusión de su discurso escénico y sonoro, no permitían, ni por un segundo, perder la atención del escenario.   

El escenario estaba a media luz, se podía ver una mesa, atriles, dos pianos y resaltaban dos zapatos de tacón negros colocados en un extremo del escenario. Todos los asistentes estaban en su asiento pero ¿dónde estaba Silvia? En ese momento, se levantó bruscamente alguien del público y empezó a susurrar palabras incomprensibles mientras se dirigía al escenario.  Era Silvia interpretando la Sequenza III de Luciano Berio https://www.youtube.com/watch?v=E0TTd2roL6s . Ataviada con un largo vestido rojo, su actuación y su voz se fusionaban dando gran profundidad a su interpretación. La siguiente pieza que interpretó fue Ricitation 8 de George Arperghis https://www.youtube.com/watch?v=axZ-CMtmNOw, una pieza de carácter lúdico que recibió grandes aplausos del público. Fue en esta pieza cuando se puso los zapatos.

Las siguientes cuatro piezas que se presentaron son de compositores mexicanos. Empezando con una obra temprana de Juan Fernando Durán La imagen del silencio. En esta obra, toda la sala quedo en tinieblas. Sólo se podía seguir a Silvia, que recorrió la sala mientras interpretaba la pieza, por una tenue lámpara que utilizaba para alumbrar su rostro dándole a la interpretación un toque siniestro. Continuando el concierto, presenta la obra Colores del joven  y talentoso compositor mexicano Aldo Lombera. Esta obra une la idea de color y sonido, presentando cinco colores que se corresponden con cinco sonoridades distintas. En esta obra, además de las sonoridades propias de la pieza, Silvia agregó gestos sonoros de gran carga poética como los armónicos producidos por un grito en las cuerdas de un piano, o el lento crujir del tallo de flores muertas al ser partidos a la mitad.

Las siguientes dos obras fueron todo un reto para Silvia Camacho por dos razones totalmente distintas. La primer obra titulada Stultifera Navis, de otro joven y talentoso compositor mexicano Mario C. Mendoza; no sólo tenía cambios contrastantes de ritmos, y cambios rápidos entre voz hablada y canto, sino que también hacía un uso constante de ritmos que la intérprete debía producir con su cuerpo. En la siguiente obra Líbranos de la palabra del compositor David López Luna, fundador de Proyecto a la mexicana; la sala quedo nuevamente a oscuras, el sonido del roce entre el cerillo y la caja antecedió a una tenue llama. Encendió dos velas y comenzó una obra que, hace 500 años, hubiera hecho que la interprete, el compositor y todos los presentes fuésemos quemados en la hoguera. Pues la obra consistía en la alteración de oraciones religiosas, creando juegos de palabras y trabalenguas complicados que cambiaban totalmente el sentido de estas oraciones. Durante esta pieza, Silvia agrega -como gesto sonoro-  el fluir constante del agua producido por su mano jugueteando en una bandeja con agua.

El concierto finaliza con la obra Aria del compositor John Cage. Al comienzo de esta obra Silvia explica como la forma de la composición (un sistema basado en líneas y colores) da gran libertad creativa al intérprete que sólo tiene la indicación de darle a cada uno de los diferentes colores utilizados en la obra una sonoridad y un timbre distintos. Esta pieza es representativa del movimiento contemporáneo: Indeterminismo Musical. Además de las partes en las que se determina la línea melódica y el timbre, la pieza tiene espacios de libre improvisación que Silvia utilizó para colocar todo el escenario en orden,  quedando de la misma forma de cómo estaba al inicio del concierto.

Finalmente en la última parte de la pieza, la cantante se quita los zapatos, los deja en el escenario y regresa al lugar de donde salió en la primera obra. De ésta forma le daba un sentido cíclico a todo el concierto. Pero yo les aseguro que nadie salió de esa sala siendo el mismo que cuando entro.

Luis Enrique Rodríguez Sánchez
 México, D.F.
Mayo de 2014

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