I. Allegro
(Introducción)
Originalmente mi primera entrada para
este blog hablaría sobre el indeterminismo en la música de John Cage y en
específico en su Aria para voz, sin embargo, hay un tema que me hace mucho más
ruido en estos momentos y aprovechando el nombre del blog, quisiera hacer un Ruidero al respecto, y justificando este
abrupto cambio de enfoque más en el modelo del rizoma de Deleuze que en mis
aparentes problemas con la autoridad (dicen que los tengo, pero yo no les doy
crédito), me tomé la libertad de escribir un poco en este espacio sobre la
notación musical, un tema muy delicado (para algunos) y que a muchos compositores
de mi generación “les llena los bombones de mermelada”, pues se tiene la
estúpida creencia de que como compositores de música de concierto, tenemos
cargando sobre nuestros hombros el peso de más de medio milenio de tradición
musical. Y ustedes se preguntarán ¿Qué demonios tiene qué ver el Aria de John
Cage con todo esto? Pues es muy sencillo, la partitura de esta obra tiene una
notación para nada convencional, que podríamos clasificar dentro de la llamada
notación gráfica, una práctica que se puso muy de moda durante la segunda década del siglo XX y que
hoy en día sigue siendo muy condenada por muchos de los que forman parte de la
tan afamada “academia de la música culta occidental”. Pero ¿A qué se debe esta
descalificación? Y ¿Qué valor tienen realmente este tipo de obras y por qué?
Bueno, pues para responder esto (o más bien, con la intención de que ustedes
mismos se lo respondan) primero daré un brevísimo repaso sobre la historia de
la notación musical; seguido de eso me daré a la tarea de evidenciar también
brevemente las repercusiones que desde mi parcial, limitado y probablemente
viciado punto de vista, han resultado de
tener a la partitura como objeto de veneración dentro de la institución de la
música “culta” occidental; y finalmente abordaré de manera muy sucinta la
partitura del Aria, de manera que se pueda establecer una comparación entre
ésta y las primeras formas de notación musical.
II. Andante
(brevísima historia de
la notación musical)
Y bueno, todo comenzó hace ya un buen
rato, se dice que era el siglo IX cuando lo que podríamos denominar el primer
sistema de notación musical era ya de uso común a lo largo de Europa, les hablo
del sistema de notación neumática, creado ex profeso para el canto gregoriano,
un repertorio de música litúrgica monofónico y exclusivamente vocal cuya
función era, por decirlo de alguna manera, “adornar” la misa, aumentar la carga
emotiva del rito litúrgico apoyándose en una retórica multi-sensorial con la
finalidad de sustentar la institución y el rito religiosos. Sin embargo este
repertorio se venía ya practicando desde hace siglos ¿y de dónde diablos surgió
este sistema de notación o por qué? ¿A caso un día llegó Dios a Europa y se les
presentó en forma de arbusto en llamas al séquito de sacerdotes dedicados a su
culto y les dio este sistema de escritura? Suena inverosímil, no deja de ser
una posibilidad, y puede que por esto se tiene hoy en día a la partitura en un
pedestal, sin embargo, en lo personal dudo que haya sucedido de esta manera.
Lo que aparentemente sucedió, es que el
creciente “repertorio” de cantos gregorianos era cada vez más difícil de
memorizar para los cantores, hay que tomar en cuenta que los primeros
manuscritos sólo contenían el texto[1]
lo cuál significa que los cantos se aprendían (como se expresa vernáculamente)
“de ollita”[2], pero
fueron recurriendo poco a poco a un recurso mnemotécnico que les facilitaba
esta tarea, comenzaron a escribir pequeños signos arriba del texto que les
indicaba cuándo la melodía subía o bajaba, sin embargo, al no denominar con
exactitud las alturas del canto, este recurso era completamente inútil para
quién no conocía de antemano “el repertorio”. Y fue así como surgió la
escritura musical, como mero recurso mnemotécnico, producto de una necesidad, y
no lo sé, pero estoy convencido de que las personas ocupadas en esto no estaban
pensando en el posible valor que posteriormente podrían adquirir las
herramientas de su oficio fuera de la institución religiosa, ni mucho menos el
fenómeno que se originaría a raíz de este uso, sin embargo, pareciera fortuito.
En fin, la escritura siguió
transformándose de acuerdo a las necesidades de los músicos de cada tiempo, así
poco a poco la escritura neumática se tornó en la cuadrada, utilizada también
para el canto gregoriano, pero que era utilizada con una finalidad distinta, ya
no sólo como herramienta de memorización sino como recurso didáctico, por
decirlo de alguna manera, para poder formar cantores en poco tiempo y que
fueran capaces de entonar un canto que no conocieran previamente; posterior a
esto, con el advenimiento de la polifonía se comenzó a utilizar una escritura
rítmica modal que más tarde tendría que cambiarse por la escritura mensural,
debido a la complejidad que los tejidos polifónicos fueron adquiriendo, y fue
de esa escritura mensural de la que podemos decir que se derivó la notación que
hoy en día nos enseñan a descifrar en las clases de solfeo, y que corresponde a
un repertorio creado entre el siglo XVII y XIX, pero que también fue usado
durante el siglo XX y que hoy en día continúa vigente, tanto en la llamada
música “culta”, como en otras expresiones musicales propias del siglo XX y XXI,
como el jazz por ejemplo, que a pesar de utilizar casi los mismos signos de
notación, se interpretan de una manera completamente distinta. Sin embargo, con
la llegada del siglo XX, llegaron también muchos cambios, sociales, políticos,
ideológicos; en fin, el siglo XX fue un siglo de rupturas, de construcción y
deconstrucción de sistemas; las guerras mundiales, el desarrollo de las
técnicas industriales, entre otras cosas, cambiaron la vida de las personas,
cambiaron su manera de observar al mundo y su manera de pensar, los paradigmas
del modernismo fueron ganando terreno y todo esto repercutió sobre la manera en
la que se hacía música, uno a uno, los pilares que sostenían el discurso
musical del siglo XIX fueron cayendo, el sistema tonal, el ritmo y pulso
regulares y las formas tradicionales dejaron de hacerse presentes, inclusive
los instrumentos y la manera en la que eran ejecutados cambiaron, todo esto
aunado a la inclusión de las tecnologías en la creación musical trajeron como
consecuencia un cambio también en la notación musical hasta entonces empleada,
nuevamente el cambio fue producto de una necesidad, pero a pesar de los cambios,
la mirada progresista-lineal-evolucionista de los compositores modernos, hizo
que no se des afanaran del todo del sistema de notación utilizado
anteriormente, pues el desentendimiento de la escritura precedente implicaba
para ellos la ruptura de esta línea evolucionista de la que provenían y a la
que tenían que perpetuar, esto en conjunto con deseo de control absoluto de
todos los parámetros musicales (hay que recordar que otro de los paradigmas del
modernismo es el control del hombre sobre la naturaleza) dio como resultado
partituras tan complejas y controladas que sólo unos cuántos “iniciados” podían
comprender y ejecutar, y que paradójicamente sólo pueden ser interpretadas por
aproximación. Pero no pasó más de medio siglo antes de que una nueva corriente
de pensamiento se opusiera (en cierta medida) al modernismo, estoy hablando del
posmodernismo, que permitió de nuevamente al ser social relacionarse con el
discurso musical y estético, además de trascender el pensamiento positivista-progresista
del modernismo. De ésta nueva actitud hacía la música y el sonido surgieron
nuevas realidades sonoras, así como nuevas formas de notación, entre otras la
conocida como escritura gráfica y las partituras textuales, debido a la
creciente necesidad de los compositores de incluir elementos indeterministas
(en oposición al determinismo modernista), así como la disolución de la figura
del compositor como creador todo-poderoso y la del intérprete como simple
reproductor de notas. Hoy en día, aún se discute dentro de la academia musical
la validez de este tipo de sistemas de notación, pero pese a los detractores,
podemos encontrar hoy en día mucha banda que defiende tanto esta manera de
escribir música como la forma de hacerla que resulta de este tipo de
expresiones musicales vistas con desdén
como “posmodernas”.
Ahora, ya que está un poco aclarado el
panorama general sobre la notación musical, podemos empezar a ahondar sobre la
problemática resultante de la convergencia de 2 visiones distintas de ver las
partituras en el siglo XXI, es decir, por un lado la visión modernista que
ensalza ambos, la partitura y la figura del compositor y los coloca sobre los
instrumentistas considerados simples reproductores; y por otro, la visión
posmoderna que busca la inclusión tanto del ejecutante como del ser social en
el proceso creativo, apelando a una escucha activa y a una forma de trabajo que
a mi parecer se asemeja mucho a las prácticas anteriores al romanticismo.
attaca
[1] Sí, señores,
sólo el texto, no el texto y la melodía, no el texto y la armonía como en su
canta-fácil favorito ¡no! sólo el
bendito texto.
[2] Expresión
peyorativa usada en la jerga musical para referirse a la acción de aprenderse o
tocar una canción de oído, es decir sólo con escucharla, caso muy frecuente en
las personas que no saben leer ni escribir notación musical.